Luego de la desagradable metáfora usada por el ministro de Economía, Amado Boudou, que refiriéndose a los periodistas afirmó: "los que ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo", frase que hay que someter a análisis para comprender la cantidad de indicadores que promete, el ministro recibió un repudio del presidente de la DAIA y la comunidad judía.
En principio, plantea algo que le viene pasando a la sociedad desde hace rato: muere por la boca.
La tv, con sus periodistas incluidos, artistas, actores, locutores, hace rato que pasean ese rasgo, creyéndose astutos en el uso de las metáforas pero mostrando en realidad lo peor de sí mismos.
En declaraciones de Aldo Donzi dijo : "el error gravísimo de haber utilizado esas metáforas que no se deben usar en ningún momento, como es banalizar la Shoá (Holocausto), que no sólo le pertenece a la comunidad judía, sino a la humanidad toda".
Hasta hace muy poco se lee el mensaje: “humanidad toda”, porque desde toda la vida escucho que en esa guerra mataron 6 millones de judíos, cuando en realidad, murieron más de 40 millones de personas, pero en el discurso judío parecen importar solamente los 6 millones de judíos.
Con esa declaración Donzi rectifica esa idea, de manera que comienza a aparecer la realidad asomándose: el hecho de señalar la diferencia entre un muerto judío, como muy grave y uno que no lo es, como ni nombrable, está colocando al emisor del mensaje en el mismo lado que el que comete el crimen.
En la tv, están llenos de ejemplos, hace poco una de las bailarinas del programa de Tinelli, Amalia Granata, leyó una carta en cuanto programa se presentó, y hasta tuvimos que escucharla en los noticieros, en dicha carta, dijo la inaceptable frase: “tengo amigos gay, no tengo nada contra los gay…”
Frase que por supuesto desdice el resto de la diatriba.
A ver si de una vez se dan cuenta que decir cosas como esas es marcar la diferencia. Las personas a las que realmente no le importan los asuntos de raza, religión sexualidad no sabemos esos detalles de nuestros amigos, porque no los preguntamos, porque realmente no nos interesan. Así mismo, el otro, no anda por la calle definiéndose como “yo soy católico”, de manera que decir “yo soy judío” es una frase que casi obliga la sociedad, sin que se pueda desterrar la idea de clasificar a las personas por esa condición.
En más de una ocasión, comenté esto con una amiga judía, pues me molestaba que ella lo estuviera aclarando cuando conoce a alguien, y ella me dijo algo que me dejó sorprendido, pero que luego comprobé: "Lo digo para que la gente actúe educadamente y no largue frases antisemitas delante mío, estoy podrida de escuchar esos prejuicios gratuitamente".
Efectivamente, prestando atención, me di cuenta que hay gente que sigue diciendo “judío”, como sinónimo de amarrete, entre otras cosas.
Cuando no se es, no se nota, ni se escucha, es invisible, pero cuando se es judío, se está especialmente sensible a prestar atención a ese tipo de frase.
No hay caso con decirle que se escucha también “negro de mierda”, “turco pata sucia”, “chino sucio”, etc, la lista es larga.
La humanidad tiene que comenzar a asumir la importancia de la palabra frente al gesto, en realidad, lo peor es que esas frases son más que frases, son pensamientos reales que salen de las personas más allá de la educación y más allá de cualquier proceso social inhibitorio.
Personalmente me parece un buen método para definir quién será mi amigo y quién no, pero es hora que la educación comience por imponer que en el lenguaje no haya “metáforas” desafortunadas.
De ese tipo de tropiezo no se vuelve, el ministro Amado Boudou, estará en la mira de los sectores que defienden la imparcialidad de criterios en un funcionario que ya mostró una hilacha que no podrá esconder con ninguna disculpa. |